He necesitado recurrir a la escritura para exteriorizar, de alguna forma, todo lo que estoy sintiendo. La naturaleza se ha puesto en nuestra contra y ha arrasado localidades y, por ende, ha destrozado la vida de miles de personas: sus hogares, sus pertenencias, sus sueños, sus proyectos, sus seres queridos...
La vida nos enseña, a través de este trágico suceso, que no tenemos el control de nada, que no podemos vivir pensando en el futuro que vendrá porque eso no es real, es una fantasía.
Esta tragedia nos muestra que la felicidad se encuentra en los pequeños, o grandes, según se vea, placeres de la vida : ducharte con agua limpia y caliente, tener electricidad para secar tu pelo o ver la televisión, coger la mano de tu ser querido y sentir la paz de que todo está bien, saber que tienes un hogar donde dormir y comer, un lugar donde sentirte a salvo con todas tus necesidades cubiertas... Tristemente, momentos como estos, son aquellos que damos por sentados pero que, una vez perdidas, se nos presentan como tesoros que no valoramos lo suficiente. La vorágine de nuestra vida actual nos absorbe y nos lleva a pensar que nada de lo que tenemos es suficiente y que lo que tiene el otro, es mil veces mejor que lo tenemos y no, no es cierto, si tienes un hogar donde sentirte a salvo ya eres muy, pero que muy, afortunado.
Muchas veces pensamos que la tragedia sólo le puede tocar a otras personas, que nosotros gozamos de una especie de escudo protector que nos va a proteger de un accidente de tráfico, de una grave enfermedad, de un atentado terrorista o de un fenómeno atmosférico adverso y fatal como la DANA..., pero no, no es cierto, todos podemos ser víctimas de situaciones fatales y trágicas. En esta ocasión, creo que España entera o almenos, todos aquellos seres humanos con buenos sentimientos de verdad y valores , somos víctimas, especialmente unos más que otros, de esta gran tragedia.
No quiero profundizar en las cuestiones políticas ni en las responsabilidad de aquellos que podrían haber hecho algo para evitar que esto tomara la magnitud de los hechos , sino más bien, quiero resaltar que, en este tipo de situaciones, afloran los buenos sentimientos de las personas: la solidaridad, la empatía, la conexión y ayuda al prójimo donde el "yoismo" queda en un segundo plano y donde lo importante es colaborar para salvar a un pueblo que hoy le ha tocado sufrir una tragedia.
Quiero quedarme con esto, con la solidaridad y la empatía que salen a la luz en una sociedad cada vez más egoísta y menos conectada. Es triste que tengan que suceder hechos de esta magnitud para que las personas nos volvamos a unir por una misma causa: apoyar al que está sufriendo y reconstruir una localidad destrozada.
Hoy también quiero dedicarme un minuto a valorar mi vida, lo que tengo hoy, en el "ahora", en lo que verdaderamente es importante, agradecer quién soy y cómo me encuentro en estos momentos, porque si algo nos ha enseñado esta maldita DANA es que "nada en esta vida es seguro".
Y por último, transmitir que mi pensamiento está constantemente con todos aquellos que han sido afectados por la DANA, mi corazón está con ellos.
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