Una vez alguien me dijo que a través de las manos podemos saber si alguien es joven o no. Las manos nos delatan, aunque no queramos. Desde ese momento me suelo fijar en las manos de las personas.
Es curioso porque en la manos se van almacenando marcas de experiencias vividas, cicatrices de heridas que nos han dejado huella y arrugas en la piel que denotan años vividos y sabiduría heredada.
La persona que me enseñó esto contempló mis manos mientras las cobijaba entre las suyas, cuatro manos enlazadas fáciles de comparar. Las mías jóvenes, las suyas más maduras. Creo que en ese momento nuestras manos le mostraron que entre ambos existían demasiados años de diferencia y que a mis manos aún les quedaban muchas marcas que poseer.
Las manos son esenciales en nuestro día a día y en nuestras relaciones con los demás. Percibimos el mundo a través de ellas y nos permiten hacer múltiples acciones como, por ejemplo, acariciar, conocer, palpar, expresarnos, cuidarnos y cuidar a otros e incluso escribir estas letras...
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