jueves, 9 de mayo de 2024

Reflexionando sobre la felicidad.

 El otro día leí un artículo de opinión del escritor español Manuel Vicent en el periódico El País. En dicho artículo, Manuel Vicent expresaba que la felicidad es precisamente el “no recordar ningún momento de éxito, fracaso, suerte o desgracia”. En pocas palabras, para él , la felicidad son aquellos momentos de los que no recuerdas nada, ni para bien, ni para mal.

Tras leer estas palabras, me quedé reflexionando durante casi todo el día sobre el concepto de felicidad de Manuel Vicent. Medité mucho sobre qué es para mí la felicidad, idea o sentimiento que considero que va evolucionado a lo largo de la vida, mutando hacia definiciones menos idealizadas.

Nuestra sociedad capitalista y muy basada en las apariencias, nos ha inculcado que la felicidad se basa en poseer cosas materiales y superficiales. Las redes sociales también tienen una gran influencia en cada uno de nosotros, especialmente, en hacernos sentir desgraciados si no cumplimos con lo que allí se muestra que, a pesar de que podamos creer que es perfecto, no deja de ser toda una pantomima.

Considero que la felicidad es un sentimiento del que cada uno de nosotros crea su propia definición única y personal. Para mí, la felicidad ya no es una emoción que me invade únicamente cuando todo me sale como deseo, o cuando todo a mi alrededor es perfecto bajo mis exigentes esquemas mentales. La felicidad aparece en los momentos de calma y paz cuando siento que todo está bien, que no necesito nada más de lo que tengo en el presente, cuando me centro en el ahora y doy gracias por lo que soy hoy. Ya no necesito fuertes emociones o eventos especiales para sentirme feliz, sino que hallo la felicidad en los momentos más cotidianos, en los placeres más mundanos como comer una buena comida, tener una profunda conversación con mi madre, leer un buen libro, contemplar un atardecer u oír a los pájaros trinar.



La mayoría de las personas esperan que les acontezcan grandes cosas para así poder sentir felicidad o posponen dicha emoción para cuando consigan alcanzar una meta, cuando lo que no saben es que, realmente, la verdadera felicidad se halla en el proceso o bien en aquellos días rutinarios y cotidianos en los que nada, bueno ni malo, sucede. 

Así que, tras meditar y conversar conmigo misma, he concluido que comparto el concepto de felicidad que defiende Manuel Vicent. Para mí, la felicidad también reside en los momentos de paz y sosiego, como cuando observamos el mar en calma y quedamos prendados del brillo del sol reflejado en el agua azul y cristalina y nos hipnotiza el vaivén lento de un mar que hoy está tranquilo aunque, a veces, lo encontremos revuelto.



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